Durante más de cuarenta años he dado clases e investigado en la universidad. Un trabajo apasionante. También, de vez en cuando, he impartido algunas clases a personas mayores, de las que cada vez se matriculan más en las universidades para recibir enseñanzas que, en su momento, cuando eran jóvenes, no pudieron recibir. Eran clases de “Genética para andar por casa…”. En ellas les explicaba, de una forma sencilla, conceptos e ideas que les podían servir para entender fácilmente las noticias sobre ciencia que leen en los periódicos o ven en la televisión. Disfruto también explicándole a mis hijos esos fascinantes descubrimientos. Y de vez en cuando también escribo. Los amigos me animaban a hacerlo en un “blog”. Pero plataformas como ésta que traten de Ciencia hay muchas, y algunas muy buenas. No le veía mucho sentido a hacer una más. Pero ahora que me he jubilado me lo vuelvo a plantear como diversión, y he empezado a darle vueltas y vueltas a la idea, tratando de buscar algo distinto. Y creo que lo he encontrado, uniendo dos de mis más queridas aficiones, escribir sobre ciencia, y cocinar. Pero no quería hacer un blog de ciencia y cocina, sino uno de ciencia con cocina, como esas novelas de Camilleri y Vázquez Montalban en las que, de vez en cuando, en medio de la trama, se colaba una receta, un comentario sobre un plato, sobre un vino, sobre un lugar. Y este es el origen de “Ciencia y mantel”, un lugar donde hablar, comer, beber…
La foto de la cuchara es de un verano. En agosto, durante quince días, nos reunimos toda la familia a la sombra del faro de Trafalgar, donde las puestas de sol nos cargan de energía para todo el año. Y allí hablamos, comemos, bebemos… Lo que contiene la cuchara es uno de nuestros guisos “fetiches”: papas con choco. La receta es sencilla, y el resultado, delicioso. En el mercado de Barbate se pueden comprar unos chocos buenísimos, que allí mismo nos pueden limpiar, si no quieres entrar en esa faena. Luego se trocean, se pica una buena cebolla y con ella, una buena hoja de laurel y un par de dientes de ajo machacados se hace un sofrito. Cuando la cebolla empieza a transparentar y dorarse levemente, se añaden los chocos y se les da unas vueltas durante unos cinco minutos. Cuando el choco haya cogido un bonito color blanquecino, se añade un buen chorro de vino blanco. También se puede añadir un poco de salsa de tomate. Se deja todo a fuego vivo unos cinco minutos y añade caldo de pescado. Se tapa la olla y se deja a fuego medio hasta que el choco esté tierno. Entonces se añaden las patatas troceadas y algo de azafrán. Pruébelo y añada sal a su gusto, cocínelo a fuego lento-medio hasta que las patatas estén en su punto. Déjelo reposar unos minutos, y a la mesa…